He encontrado un artículo muy interesante sobre el mercado inmobiliario en Cuba aparecido hoy en la edición en español de algunos artículos del
New York Times. Aquí lo transcribo y aprovecho para confesar que la experiencia del socialismo cubano ha aumentado a mis ojos las bondades de las economías de mercado. Allí todo funcionaba en negro!!!
"Boom" (ilegal) de la vivienda en Cuba
MARC LACEY.- La Habana
Prácticamente cada metro de la capital cubana es propiedad del Estado socialista, lo cual podría parecer una forma segura de agriar la compraventa de bienes inmuebles.
Pero resulta que los habitantes de La Habana están tan obsesionados con la propiedad inmobiliaria como en cualquier gran capital del mundo con viviendas caras, y tienen sueños similares de más espacio, por no mencionar el deseo de contar con agua caliente, baño propio y tejados que eviten que el agua entre dentro de casa.
Y aunque no hay agencias inmobiliarias oficiales, sí hay un animado mercado sumergido de casas y pisos que ha provocado el aumento de los agentes (ilegales), los especuladores (también ilegales) y los chanchullos (que van desde alabar un antro como si fuese la casa ideal hasta echarse atrás en un trato cuando está a punto de cerrarse y embolsarse el dinero).
Todo el proceso es cubano por antonomasia, de apariencia socialista pero en realidad un mercado negro que implica a partes iguales "drama" y "dinero", a veces gasta 33000 euros o más.
Según los entendidos, los precios están subiendo porque la gente intenta obtener casas históricas en previsión del momento en que la propiedad privada vuelva a Cuba. Según los cubanos, los exiliados en Miami también están tomando cartas en el asunto, y envían dinero a sus familiares en la isla para ayudarles a renovar sus viviendas.
Oficialmente está prohibido comprar o vender bienes inmuebles. Pero en la isla hay una grave escasez de viviendas, a pesar de las nuevas construcciones patrocinadas por el gobierno. Y eso ha llevado a muchos cubanos a subdividir sus viviendas, a menudo en un estado muy deteriorado, o a mejorar su entorno mediante un plan de trueque conocido en argot cubano como "permuta".
Algunas de esas transacciones de viviendas son simples intercambios, que permite el gobierno. Sin embargo, muchas son ilegales e implican cambiar una casa por otra mejor o peor, con una de las partes compensando con dinero y la otra renunciando a una propiedad mejor.
Una película de 1983,
se permuta, retrata lo complicado que puede llegar a ser este sistema: una madre que planea separar a su hija de un novio que no le gusta organiza un trueque de propiedades a múltiples bandas.
Por supuesto, el trato, que habría involucrado a una docena de personas y habría trasladado a la madre y a la hija de un diminuto piso a una casa espaciosa de la era colonial, termina siendo un desastre, como la intromisión de la madre en la vida amorosa de la hija.
"Es muy cubano", afirma Juan Carlos Tabío, que escribió y dirigió la película, sobre este proceso de trueque inmobiliario de su país. "No hay suficientes casas, y las familias no las pueden comprar. Así que hacen intercambios".
Las autoridades hacen alguna detención de vez en cuando, pero piensan que los intercambios son difíciles de controlar. "Es algo que la gente no debería hacer, pero lo hacen y sabemos que sucede", dice José Luis Toledo Santander, profesor de Derecho y miembro de la Asamblea Nacional. "Es como decir que tienes que pararte con el semáforo rojo y que no puedes andar hasta que se ponga verde. Deberías hacerlo, pero no todo el mundo lo hace".
